Son dos, tienen sobrenombre y arrancaron un proceso de restauración realmente notable. La vasta sede del Ministerio de Agricultura empezó a recuperar su aspecto de 1919.
Hay unos pocos edificios que se ganan el honor de ser conocidos por su nombre, como el Kavanagh, y poquísimos que se ganan un sobrenombre. Tienen que tener su magia, un enganche de encanto que los haga recordables, lo que explica que en general tenga torrecitas o miradores, o tengan cara de alojar fantasmas. El único edificio público que se mereció este mimo es el que aloja el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, que levanta sus mansardas en Paseo Colón al 900. A los taxistas hay que indicarles la altura y decirles simplemente que uno va a Las Mellizas.
Quien pase por ese borde de San Telmo verá un flamante andamio y un cartel que avisa que Las Mellizas están siendo restauradas. Los trabajos empezaron hace rato y ahora se hacen visibles porque llegan a las fachadas. La historia empieza en realidad el año pasado, cuando el ministro Julián Domínguez formó un equipo de trabajo centrado en la Subsecretaría de Coordinación Técnica y Administrativa. En un gesto raro y refrescante, Domínguez no sólo ordenó respetar la ley que indica que todo edificio del Estado de más de 50 años debe ser restaurado y no “renovado” o “reciclado”, sino que pidió el máximo rigor histórico posible.