En menos de tres años ya hubo ocho muertos y 47 heridos en obras en construcción. En ninguno de esos casos hubo algún problema técnico real, sólo los efectos de la garantía de impunidad del gobierno porteño
La vida de Isidoro Madueña es apenas otro costo para los especuladores inmobiliarios. El señor vivía en el edificio que se derrumbó en la calle Bartolomé Mitre y no escuchó que había que evacuar. Este jueves, los perros encontraron su cadáver aplastado en lo que quedaba del tercer piso. Habían pasado seis días y lo habían buscado sólo por el creciente escándalo y desesperación de su hijo. De hecho, el gobierno porteño había decidido demoler de inmediato el edificio y su ministro de Seguridad, Guillermo Montenegro, hasta había dicho que encontrarían a Madueña cuando demolieran todo.
Esta actitud de frialdad ante la vida de los otros muestra el centro exacto de la política macrista, que es la garantía a los negocios más especulativos de la industria de la construcción. Lo que ocurrió en la calle Bartolomé Mitre no es un accidente, una desgracia, sino la consecuencia de una oferta bien recibida de impunidad y protección. Es que Mauricio Macri sólo se ganó la vida en la construcción, como su ministro de Desarrollo Urbano Daniel Chaín, el subsecretario de Planeamiento Héctor Lostri y absolutamente todos los funcionarios relevantes que pudieron nombrar desde 2007. Otros sectores deben envidiar la red protectora que el gobierno porteño brinda a sus colegas.
Macri asumió en diciembre de 2007 y prontamente empezaron a llover edificios. El 28 de abril de 2008 hubo seis heridos en Palermo cuando se derrumbó una obra recién empezada. En 2009 no hubo heridos ni muertos, pero para el año pasado se empezó a notar la maduración del sistema. Los derrumbes y accidentes comenzaron a acelerarse y el 8 de agosto ocurrió el de Villa Urquiza, idéntico al de la calle Bartolomé Mitre, que dejó tres muertos en el gimnasio vecino. Tres días después se cayó un pedazo de mampostería en Jonte y Condarco que hirió a una nena, y el 10 de noviembre hubo dos muertos y tres docenas de heridos en el boliche Beara. El 13 de febrero de este año se cayó una grúa en la obra de Las Cañitas, y exactamente dos meses después se derrumbaba una obra en la calle Lafinur, con tres heridos. El 3 de mayo moría una persona en Mataderos, el 19 de julio ocurrió otro milagro en Viamonte y Esmeralda –un derrumbe cinematográfico– y el 12 de agosto había un herido en Campana y Bacacay. El 27 de octubre los obreros salían corriendo de Independencia 2547, pero el primero de noviembre murió uno en la calle Directorio, Y ahora el señor Madueña. Ocho muertos y 47 heridos en tres años.
La respuesta del gobierno porteño en cada caso es idéntica, afirmar que no pueden poner un inspector en cada obra. Este aparente sentido común es falso por partida doble. Primero porque los inspectores sí van a las obras –y a boliches como Beara– y nunca ven nada fuera de lugar. Segundo porque nunca hubo ni habrá un policía en cada esquina, pero hasta los porteños no pasan los semáforos en rojo. Es que con las multas, las cámaras y el sistema de puntaje, hay “ambiente” de que tarde o temprano se paga la infracción y duramente.
Esa es justamente la garantía del macrismo a la industria, que no va a pagar ni mucho menos.
Una curiosidad de toda esta desgracia es que el vocero del gobierno terminó siendo el ministro de Seguridad, Guillermo Montenegro, y no el de Desarrollo Urbano, Daniel Chaín, que estrictamente hablando es el jefe de permisos, inspecciones y habilitaciones de la Ciudad. Que nadie mire a Chaín demuestra su poder real. El es quien se encarga de que no se reglamenten las leyes que afectarían a la industria de la construcción, como la 1227 de patrimonio o la más reciente que ordena inspeccionar los pozos de obra. Y es quien permite que se violen regularmente leyes aprobadas y reglamentadas de años, como la que impide construir torres al lado de inmuebles catalogados como patrimonio. Chaín se ocupó además en sus cuatro años de ministerio, de no hacer cosas como invertir en un cuerpo de inspección realmente capaz.
Una historia sin muertos ni heridos permite ver en detalle el nivel minucioso de impotencia a la que el macrismo redujo nuestra ciudad. Es la que cuenta la construcción de un edificio en French 2809, que arrancó hace menos de dos años y ya produjo un aluvión de denuncias, incluyendo penales, y un verdadero expediente administrativo de los gordos, sin resultado alguno.