Donde sí hubo debate y de los afilados fue en la audiencia dedicada al Hospital Muñiz, que vuelve a las andadas después del veto de Mauricio Macri, que sueña con un buen negocio constructivo. Lo que el jefe de Gobierno quiere hacer es una torre hospitalaria, demoliendo pabellones viejos y desintegrando lo que fue un modelo de arquitectura para la salud. Con su habitual falta de tino, Macri quiere destruir el Muñiz justo cuando su tipología de hospital-parque es reivindicada y el modelo de hospital-torre es considerado peligroso.
Este proyecto actual es una versión aguada del original, que presentó el diputado Cabandié y cuenta con el silencio sorprendente de los empleados del hospital, que hasta fin de año se oponían violentamente a la torre. Según parece, ya no sienten los fuertes argumentos con que refutaron a Macri hasta el verano y por eso ni aparecieron por la audiencia. La oposición quedó a cargo de María Carmen Usandivaras, de Basta de Demoler, de María Rosa Gamondés y en particular del especialista en restauración Marcelo Magadán.
Con su habitual precisión, Magadán desarmó el argumento de que alcanza con preservar algunos de los pabellones y edificios del Muñiz. En realidad, el hospital es un conjunto armónico de jardines, forestaciones y edificios, que funciona como un todo y no como “testimonios” alrededor de una torre. Si bien es cierto que entre 1960 y 2004 demolieron tres edificios, y que desde diciembre se cierran pabellones por portación de gotera –ya se perdieron más de cien camas y el edificio de pediatría– no alcanza como argumento para condenar al hospital. Todo lo roto se puede reparar y seguramente a mucho menos costo que una torrezota, tan rentable ella para los contratistas.
El punto es el tipo de hospital que se quiere. El Muñiz fue creado hace más de un siglo como un “healing garden”, un jardín de salud, gracias al descubrimiento de que el aire puro es beneficioso. Para enfermedades prolongadas, que las habitaciones tengan salida directa al jardín es invalorable y de hecho las clínicas privadas del mundo entero intentan repetir este modelo. En todos los casos, se prefiere la baja densidad y el jardín a la torre apretujada, cosa que Macri parece no saber.
El proyecto de Cabandié busca acomodar al jefe de Gobierno y contiene apreciaciones muy cuestionables, como que el deterioro edilicio obliga a descartar la preservación. Es curioso ver al diputado comprar este argumento tan falluto, favorito de especuladores. El Muñiz puede ser preservado, reequipado con tecnología y puesto en valor. No es cuestión de debates arquitectónicos sino de presupuesto de salud.