La esquina de Alsina y Piedras guardaba bastante cielo, cosa rara en el centro porteño. Quien quiera ver esa luz urbana tendrá que apurarse, porque el gobierno porteño autorizó un acto de barbarie como pocas veces, y eso que es este gobierno porteño. En esa esquina, frente a la iglesia, se alzaba una de las casas más notables que le quedaban a esta ciudad demolida, una airosa residencia de nuestro estilo victoriano, italiana, cribada de máscaras, leones, columnas, pilastras, entablaturas, ménsulas y herrerías. Esta casa rosada hasta mostraba sobre la esquina un mirador vidriado, un balcón romántico, y estaba incluida en cuanto libro y catálogo de patrimonio se publicara en Argentina, incluido el de la Secretaría de Cultura de la Nación. En una burla a todos, el macrismo autorizó que la destruyan por dentro para hacer una torreta de cemento burdo de 29 metros de alto.
¿Y el CAAP, que tuvo que intervenir porque el edificio es muy anterior a 1940?
Pues el Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales autorizó la demolición agarrándose de los argumentos flojones que suele usar. La casona no estaba en prístino estado histórico porque tenía usos comerciales. El primer piso había sido remodelado en algo y la planta baja era, horror, un supermercado. Los miembros del CAAP son muy snobs y suelen asumir despectivamente que toda peluquería y todo supermercado invalida todo edificio (lo dicen abiertamente, en particular sobre los peluqueros). También parecen asumir que nada nunca jamás puede restaurarse, con lo que debe demolerse libremente.
Por tanto, la catalogación es apenas cautelar, de fachada, y aquí viene la segunda trampa. La idea de catalogar una fachada significa que se puede remodelar y refuncionalizar el interior de un edificio histórico. Con límites, se puede también ampliarlo e irse un poquito para arriba. Pero la nueva interpretación parece ser que es una licencia para demoler el edificio, dejar la fachada pegada como un poster, y hacer un edificio que tenga lo menos posible que ver con el original.
O sea, llenar la ciudad de pastiches penosos.
Es el caso actual de Piedras 1684, el tremendo PH de la foto, ofrecido como terreno para construir 1600 metros cuadrados aunque tiene protección por partida doble. Por un lado, la casa está catalogada preventivamente con grado cautelar por estar en el ampliación del APH1 (San Telmo) que dejó en trámite el ex diputado porteño Patricio De Almeida y que sigue en la Legislatura. Por otro lado, a principios de este año la casa fue incluida en el proyecto de ley 1006 presentado por el diputado Fernando Sánchez, que incluye cuarenta edificios valiosos del barrio.
Resulta que el inefable CAAP anunció en su retaceado y casi mistificante menú en Internet que Piedras 1684 está a consideración futura. Siendo mal pensado, se puede concluir que se espera que el Consejo la “desestime”, como tiende a hacer para que se pueda demoler.
Esa esperanza, de paso, es vana porque la propiedad está incluida en dos proyectos con estado legislativo, con lo que el CAAP puede quedarse ronco opinando, pero nada ocurrirá. Ni siquiera Antonio Ledesma, que tantas cosas irregulares firma, se anima ya a quebrar las reglas tan burdamente, aunque sea porque ya hay jurisprudencia al respecto y los diputados se enojan. Con lo que no se entienden por qué tanta vuelta con el cartel.