Los vecinos del partido de General Pueyrredón empezaron a reencontrar una ciudad que andaba escondida detrás de los carteles.
El nuevo sistema, como el que se intentó pasar en Buenos Aires pero sólo existe en las APH, prohíbe los anuncios publicitarios salientes, las marquesinas, los toldos publicitarios, los pasacalles, los anuncios pintados sobre las fachadas o las medianeras, y los carteles autoportantes en terrenos privados, excepto fuera de la zona costera y sólo en tamaños más reducidos que los actuales y cada cien metros. También se prohíbe cerrar baldíos con carteles, aunque se siguen autorizando los carteles sobre el cerco de seguridad de una obra.
Según el subsecretario de Control Adrián Alveolite, ya hay más de 8000 comercios que se suscribieron a la norma, sin necesidad de castigos, y se firmó una buena cantidad de convenios para retirar las piezas más grandes. Alveolite tuvo una frase interesante cuando dijo que este tipo de limpiezas “prestigia” una ciudad. Tiene razón: es como una restauración de un tejido urbano que retira parte de la grasa de las capitales.
Pero retirar las cartelerías es la primera parte del trabajo y en la segunda es cuando entra un nuevo actor, el Banco Credicoop. Resulta que un problema, particularmente para los comercios más chicos, fue el estado de las fachadas que pasaron añares escondidas detrás de cartelones. Estos muros habían sido maltratados durante la instalación –total no se iban a ver más– y no habían recibido mantenimiento, con lo que retirar la publicidad implica hacer las reparaciones de años de una vez. El municipio firmó un convenio con el Credicoop para que los comerciantes que suscriben al nuevo código tengan créditos para hacer las obras.
Y la diferencia ya se nota, con el fascinante efecto habitual en estos casos y que pudo apreciarse en la avenida Callao: todo parece más grande. Es notable cómo la piel caótica y visualmente ruidosa de la cartelería urbana reduce la sensación de espacio, cambia las proporciones y manda al tacho la relación entre ancho y largo de cualquier avenida o calle. Curiosamente, y una vez más, estamos descubriendo una pólvora que nuestros abuelos conocían y que nosotros olvidamos por esto de hacernos los modernitos.