Hasta esta semana, cuando sus socios votaron “por mayoría” vender su edificio de deportes, una construcción de tres niveles inaugurada en 1942, para que sea demolido y reemplazado por alguna torre. El edificio, que por su fecha se salvó por días de pasar por el CAAP, es una pieza más racionalista que otra cosa, con planta baja y primer piso de altura y diseño convencional, más un tercer nivel de doble altura y completamente cerrado, lo que lo hace cabezón. El lote va de los jardines del palacio hasta la calle Esmeralda, donde aparece como un frente de doble ancho, muy apetitoso para las inmobiliarias. Esta fachada es muy discreta y tiene apenas una puerta de servicio, cerrada con una reja, porque el acceso real es desde el jardín.
Hasta 1942, este retazo del palacio también era jardín y se podía ver desde Esmeralda. Cuando se decretó que el Círculo fuera monumento histórico nacional, se tomó el edificio original, el de Sortais y Agote, más los jardines, pero quedó afuera el anexo deportivo. El mismo jueves que se votaba la venta, la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos votó extender la protección al anexo. Quien se asome por la gran puerta de herrería sobre Santa Fe puede ver el anexo y también ver el peligro que se corre al apreciar el edificio en altura que se come el jardín desde M. T. de Alvear. Es un edificio de ínfima calidad y nula arquitectura, una caja con ventanas de corralón con la que alguien hizo buen dinero y arruinó un monumento histórico. Al palacio no le hace falta otro vecino como éste.
Lo que sí le hace falta es mejor mantenimiento y administración. Quienes lo visitan salen preocupados por los evidentes actos de vandalismo y los faltantes, lo que deja a uno pensando en las piezas de arte que lo equipan. Alquilado para fiestas, el palacio puede perder sus broncerías y ornamentos, además de desgastarse.
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