La destrucción de un patrimonio (Págin12)
El gobierno porteño está arruinando uno de los mejores edificios educativos del país. El Bernasconi cae para tapar la incompetencia de no tener aulas suficientes.
El gobierno porteño está destruyendo un monumento histórico nacional, el Instituto Bernasconi, sin permiso, sin presentar planos y sin licitación. El negocito se basa en la excusa de la crisis educativa, como si la falta de aulas fuera culpa divina, como el clima, y no otra muestra estupenda de incompetencia. En la volada, como muestran las fotos, cae un palacio educativo incomparable, una pieza de arquitectura notable, dividida en sucuchos para encajar alumnos.
El Instituto Félix Bernasconi es monumento histórico nacional desde el 23 de junio de 2009, lo que no impidió el maltrato constante de sus actuales responsables. Cuando se interviene en un monumento, es de rigor consultar con la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, cosa que fue sistemáticamente ignorada por el macrismo, un grupo que exhibe serias dificultades para respetar la ley. El Bernasconi, además de problemas de mantenimiento básico, exhibe escalinatas mal tapiadas para crear kioscos y otros espacios, pinturas sobre revoques de piedra París y un carnaval de intervenciones desangeladas, vagonetas.
Es una pena, porque el palacio de la calle Catamarca fue un verdadero símbolo de un proyecto de país. Sarmiento –se sabe– opinaba que las escuelas son lo más importante que puede construir una nación, con lo que creó nuestra peculiar tradición de que el espacio más lujoso que podía utilizar un argentinito era su aula. Bronces, cristales biselados, cúpulas, mármoles, maderas duras, buenos pavimentos, mejores herrerías, nada se retaceaba a la escuela. Desde la ciudad más opulenta al pueblito más modesto, el programa se cumplió con notable coherencia.
El Bernasconi resulta medio increíble como escuela, porque podría ser el ministerio de cualquier cosa en más de un país y por su simple tamaño de manzana entera. Cualquier persona sensata y responsable lo cuidaría como la herencia de los abuelos, uno de esos objetos irremplazables que nos dejaron y que nosotros no podríamos ya producir. Como se ve en las fotos, no es lo que tienen los macristas en la cabeza.
El Bernasconi ahora muestra containers en sus jardines, donde el personal administrativo trabaja estilo Isla del Diablo mientras les arreglan las oficinas. Adentro, los amplios pasillos capaces de manejar cientos de chicos corriendo están siendo destruidos con Durlock, esa maldición liviana y en seco que tanto permite improvisar pavadas. Quedan un par de metros escasos para circular y algo así como tres para las aulas, que seguramente alcanzarán para una fila de bancos. Las lámparas de bronce originales quedan como fuente básica de luz, a menos que les agreguen a la buena de Dios tubos, como se ve en la pared de la derecha. Ni falta hace mencionar que tanto agujero y maltrato se realiza en interiores noblemente realizados en piedra de París. ¿A quién le importa arruinar esto?
La Comisión Nacional ya mandó una nota al Ministerio de Educación porteño preguntando quién dio permiso para las obras, que es una manera elegante de recordarles la obligación de pedirlo.
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