Buenos Aires se destaca por la belleza de sus edificios, sus parques y sus paisajes urbanos; la historia de un pasado glorioso se manifiesta en ellos y forman parte de nuestra identidad como ciudad, con todo lo que eso implica.
Este patrimonio es un rasgo distintivo que se promociona como uno de los mayores atractivos turísticos de Buenos Aires y, en consecuencia, un recurso económico genuino.
Sin embargo, nuestros gobernantes de turno no han establecido mecanismos efectivos de preservación e incluso, en lugar de protegerlo, generalmente lo agreden.
En este contexto, esgrimir como justificativo «el progreso», no parece una visión amplia al abordar la discusión.
El progreso debe ser sostenible, contemplando las distintas variables que conforman la calidad de vida. Es necesario establecer equilibrios que permitan los necesarios avances de la sociedad actual pero sin destruir la rica herencia recibida de nuestros antepasados.
Hay sobrados ejemplos en el mundo que muestran que este equilibrio es posible. Es nuestro deber como ciudadanos asumir la protección de este patrimonio cuando se lo agrede. Y en ese sentido, vemos que en el último tiempo los vecinos de la ciudad se comprometen cada vez más con este tipo de causas.
Es obligación de nuestros gobernantes asumir su responsabilidad promoviendo el cumplimiento de las leyes y habilitando mecanismos de participación para lograr soluciones de consenso que contemplen las distintas variables.
Demos una discusión seria: en definitiva, estamos debatiendo qué ciudad queremos para nuestro futuro y el de las próximas genera
Por Santiago Pusso. El autor es fundador y vicepresidente de la ONG Basta de Demoler .