Villa Devoto anda de debate porque volvió a las andadas un proyecto ya añejo, de tanto rebotar por las comisiones, de la ex diputada porteña Teresa de Anchorena, que busca ampliar el Area de Protección Histórica del barrio. Devoto, como puede apreciar quien lo visite, es un barrio particularmente hermoso, verde, ajardinado y bien construido, un momento feliz de esta Buenos Aires construida tan a los ponchazos. Su plaza Arenales es un atractor de fin de semana, un paseo de gentes de otros barrios que van a comer y disfrutarla. Y que luego caminan por la zona y se asombran de las casas que ven y de lo que debe ser una de las bibliotecas públicas más encantadoras jamás erigidas por los argentinos.
Todo esto está en peligro porque los especuladores inmobiliarios se fijaron en el barrio y lo están presionando. En este caso, por las zonificaciones del lugar, la cosa tiene hasta un punto de originalidad, porque no se trata de la barbarie tonta de llenar todo de torres. En el entorno de la estación –por alguna razón irracional, las estaciones tienen siempre alturas exageradas– sí se puede tapar el cielo y arruinar la vida común con torres. Pero avanzando en el barrio no, con lo que la especulación se adaptó a demoler casas de gran belleza para hacer “minitorres” de tres pisitos, caros, “residenciales” y con la ínfima materialidad de todo lo que se hace hoy.
La batalla se vio en estos días en la audiencia pública en la Legislatura, donde se enfrentaron dos bloques que se identifican como “vecinos”, uno con razón y otro más fallutamente. El primero es el de gentes que viven en Devoto y quieren que su barrio no pierda su perfil y su grato cielo. Son los que no sólo apoyan la expansión del APH sino también una baja de alturas máximas, de 14,50 metros a 12, con un retiro de frente de tres a cinco metros. Esto, en el peculiar arquitecturés en que fue escrito el código para que sólo lo entiendan los “expertos”, se llama pasar de una zonficación E3 a una R2bII.
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