Un batallón de 108 restauradores está acelerando de un modo notable los trabajos en la Cámara de Diputados, con logros notables, como la sala de taquígrafos y el Salón Kirchner.
Hay dos desgracias que les suelen ocurrir a nuestros pobres y generalmente maltratados edificios públicos. Una es la desidia de no arreglarlos nunca y quedarse tan campantes trabajando en los restos tristes del esplendor original, o la hiperactividad de arreglarlos de un modo impropio, groseramente moderno y generalmente barato. La otra es que la obra arranque, se estanque y quede inmóvil por los años de los años, y amén. Cada argentino tiene su propia lista de edificios del Estado con los andamios envejeciendo, ya parte del paisaje.
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