Los yuyos de Carriego
Lo que queda de la casa del poeta se está degradando porque el gobierno porteño no cumple con el fallo de reconstruir lo que demolió.
Los vecinos de la Comuna 14 encontraron una frase perfecta para definir la situación de la tapera que fue hasta hace poco la casa del poeta Evaristo Carriego: “Mientras los abogados del Gobierno de la Ciudad malgastan nuestros recursos utilizando cuanto vericueto legal encuentran para retrasar el cumplimiento del fallo que les ordena reconstruir la casa, la maleza avanza sobre las baldosas”. Como se ve en la foto, tomada desde un balcón vecino, los yuyos tapan los pisos de la casa. No es el patio, sino los interiores a los que les demolieron los techos y ahora vuelven a su estado natural, de pampa.
La destrucción de la casa de Carriego, en Honduras a metros de Coronel Díaz, arranca en septiembre de 2012, cuando el ministerio de Cultura porteño anunció una “restauración” del pequeño edificio, sede de una biblioteca especializada en poesía. La casa es vieja, de más de un siglo, y es de ese estilo criollo italianizante que alguna vez fue el mismo tejido de esta Buenos Aires y ahora es una rareza de especialistas. Es una casita modesta, de zaguán y patio, ambiente al frente, un par de piezas para atrás, baño y cocina, una escalera y un cuarto de altos. Materialmente, es todavía más modesta, con barro y cal como cementos, viguerías de madera y techos de ladrillo apoyado, cubiertos con chapas. Apenas el ambiente del frente mostraba el lujo de un cielorraso de yeso, con alguna moldura.
Los que vieron arrancar la obra y se enteraron de que no era una restauración fueron los vecinos de esa zona de Palermo. Rápidamente quedó en claro que la iban a demoler casi completamente y le iban a agregar un piso completo, asomado groseramente sobre la calle, cosa de que todos se enteraran. Los vecinos realizaron un abrazo, luego otro, y finalmente presentaron un amparo, que fue rechazado. Ahí la cosa se puso complicada, porque apelar un amparo no es fácil ni rápido, con lo que tomó un año que la Justicia volviera a decidir. En ese año había desaparecido ya casi toda la casa y lo que quedaba era un obrador, lleno de bolsas de cemento y materiales.
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