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Se supone que los trenes subterráneos son asuntos serios, de infraestructura y planeamiento urbano. Pero lo que el gobierno porteño está haciendo con las brujitas, los coches belgas de hace un siglo que retiró de la línea A, ya tiene más que un aire a comedia. Mientras la mayoría de los vagones históricos yace al aire libre en Soldati, vandalizados y pudriéndose, los que fueron protegidos como patrimonio están siendo utilizados como vagones de carga o locomotoras para tirar de carros. Los vecinos de Primera Junta los ven cada tanto pasar, cubiertos de grafiti, arrastrando plataformas de carga.
Los vagones más afortunados tienen una lona plástica que los tape, cosa que no parece impresionar mucho a las fuertes lluvias porteñas de estos tiempos. Pero el resto sigue bajo el agua y el sol como el material descartado que se considera que son. Es curioso, entonces, que el gobierno porteño anunciara la incorporación de entre 10 y 24 vagones Siemens O&K de 1934 a la línea A, todos restaurados. Por qué los macristas consideran correcto invertir en arreglar vagones de 1934 y no en las brujitas, algo más viejas pero no tanto, es un misterio. También lo es el hecho de que la A tendrá los nuevos vagones chinos, los Fiat modernizados y los Siemens de hace ochenta años circulando a la vez.
Mientras tanto, las catorce brujitas que no pudieron tirar porque están protegidas por ley son usadas de un modo vil. Los que quieren al subte y viven por los pagos del Caballito ya vieron a estos vagones tirando de pesadas carretas cargadas con materiales o colmados de bolsas de cemento. Mientras se averigua en qué manual de preservación se indica que las piezas patrimoniales se pueden usar así, se puede afirmar que ponerlas de burro de carga viola el amparo de la jueza Elena Liberatori. De hecho, Sbase podría usar cualquiera de la verdadera pila de vagones que se dio el lujo de descartar –como si fuéramos ricos– y no son históricos