POR GERMÁN CARVAJAL* – ESPECIAL PARA ARQ –
Por negligencia u omisión de las autoridades, y sin que haya reclamos desde la opinión pública, Buenos Aires pierde continuamente valiosas piezas escultóricas y monumentales; bronces y ornamentos.
La escandalosa polémica en torno de la pretendida intención de restauración del Monumento a Cristóbal Colón, y su desplazamiento con destino todavía incierto, dista de ser un hecho aislado. Es sin duda un caso de inusual gravedad, dado que han sido las máximas autoridades nacionales y las de la Ciudad quienes han propiciado y avalado el desguace de una obra de tanta importancia artística y simbólica.
Por cierto, las autoridades no están solas a la hora de privar a Buenos Aires de su rico patrimonio artístico monumental. Un continuo vandalismo, tolerado por negligencia u omisión, tanto por los funcionarios como por la opinión pública, está convirtiendo el bronce de placas, ornamentos y esculturas en materia prima para la fabricación de tornillos y pomelas, sin prisa pero sin pausa.
Acongoja constatar que el Herakles Arquero (foto) que se encuentra en la Plaza del Dante (Av. Del Libertador y Figueroa Alcorta), ha sido muy recientemente mutilado. La escultura más conocida de Antoine Bourdelle, quien se formó en el taller de Auguste Rodin. Otras copias del Herakles Arquero se exhiben en en el Musée d’Orsay de París y en el Metropolitan de Nueva York. La escultura fue realizada en 1909 y representa uno de los doce trabajos de Herakles (Hércules, en Occidente), en el que debe abatir los pájaros del Estínfalo. Pero fue despojado de la parte superior de su arco, que completaba su elegante diseño proyectándolo en altura.
A pocos metros de distancia, en la Plaza Rubén Darío, y en fecha también reciente, otra importante escultura, el Segador, que ya había perdido hace algunos años el extremo de su guadaña, ha sido amputado ahora del brazo derecho desde el hombro, así como de todo el resto de la guadaña que le quedaba. Obra de 1896 del escultor belga Constantin Meunier, constituía, junto con el Sembrador –que se ubica enfrente y a corta distancia en la misma plaza– un conjunto de excepcional importancia artística en el patrimonio de Buenos Aires.
Considerado por Ernst Gombrich en su Historia del Arte como “el mejor representante de la escultura realista”. Meunier “consigue sustituir a los dioses antiguos y a los burgueses por los nuevos héroes de la vida moderna, los proletarios”.
En 2010, la Galería Nacional de los Museos del Estado de Berlín readquirió en un remate en Christie’s una copia de El Sembrador, considerado la obra más relevante del Modernismo Europeo, para ser exhibida en los jardines de la Kolonnadenhof, en la Isla de los Museos, ubicada en el corazón de Berlín. Sin embargo, estos antecedentes no han sido suficientes para que la Secretaría de Cultura de nuestra Ciudad los incluyera en el plano del Paseo de las Esculturas instalado en esa plaza.
En Buenos Aires, ambas mutilaciones han pasado completamente inadvertidas para la prensa y las autoridades, aunque distan de ser excepcionales. En Plaza Francia, el Monumento de Francia a la Argentina ha perdido una de las grandes placas en relieve que adornaban los cuatro costados de su pedestal, con escenas ilustrativas de la historia de ambos países.
Frente al Museo de Bellas Artes, el monumento a George Canning, ministro inglés, firmante del primer tratado internacional suscripto por las Provincias Unidas del Río de la Plata con una potencia extranjera, ha sido privado de una de sus manos y de dos placas que lo identificaban. En parques vecinos al Rosedal, en Palermo, faltan las inscripciones en el monumento a Tiradentes, el héroe del Brasil, y en otras dos estatuas, retratos de personajes del siglo XVIII. Al igual que el personaje que se encuentra en la escalinata del frente de la Facultad de Ingeniería, sobre Paseo Colón, sin identificación alguna.
Falta también, hace ya bastante tiempo, la figura femenina de bronce que presentaba una palma en el pedestal del monumento a Carlos Tejedor, sobre la Avenida del Libertador. Numerosos ornamentos y placas conmemorativas han sido sustraídas, perdiéndose con ellas información que hace a la memoria colectiva, nuestra historia y nuestra identidad, y a la historia del mundo al que pertenecemos y en el cual vivimos.
Se hace urgente tomar conciencia de la pérdida cultural y patrimonial que estos actos vandálicos conllevan, para denunciarlos, para llamar la atención pública sobre ellos y para que las autoridades tomen medidas preventivas que eviten que esta situación continúe agravándose.
Instituciones como la Academia Nacional de Bellas Artes, el Museo Nacional de Bellas Artes y otras podrían hacer aportes para difundir los valores de nuestro patrimonio y generar conciencia sobre las pérdidas irreparables que se están produciendo como un goteo, incesante e inexorable.
“En el País de Nomeacuerdo, doy dos pasitos y me pierdo”, señalaba, profética, María Elena Walsh. El olvido de la historia, con sus efemérides, personajes intervinientes y representaciones destacables es una condena al extravío: “…un pasito para atrás, y no doy ninguno más, porque yo ya me olvidé dónde puse el otro pie”.
* Arquitecto e interiorista
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