Resulta que los vecinos del pasaje Anasagasti pidieron que les cataloguen el lugar, en bloque y sin beneficio de inventario. El Anasagasti es ese lugar tan especial que desemboca en Santa Fe, justo frente al Alto Palermo, cien metros de casonas de primera agua y viejos edificios de departamentos muy bien construidos. La fuerza de la estética es tal, que hasta se ven raros casos de intervenciones pensadas. Un ejemplo está a mitad de cuadra, en lo que fue una residencia privada muy paqueta que por muchos años perteneció a la Agencia Novosti, la entidad soviética que difundía notas favorables y recogía información “blanda” para el gobierno. En los ’90, la embajada vendió la sede y un especulador más inteligente que el montón estiró el edificio para arriba con una fachada seca, discreta, manteniendo la muy ornada original. El efecto es agradable y hay que levantar la mirada para percibir que se está frente a un edificio en altura.
Pero en el Consejo Asesor hubo todo un debate. Resulta que Susana Mesquida –que, técnicamente hablando, no tiene ni derecho a hablar, porque no tiene mandato de su jefe, el director general Antonio Ledesma, y ni siquiera aparece presente en planilla– se emperró en descartar piezas. Junto a otras funcionarias que no son consejeras y tampoco deberían hablar, pero hablan todo el tiempo, discutió recomendar la catalogación de los edificios más altos de nueve metros. Esto es porque al ser pasaje, el Anasagasti tiene esa altura como máximo y por tanto “no hace falta catalogarlos”. Mesquida parece olvidar que una catalogación también protege a los edificios de ciertas intervenciones poco felices y vandálicas, además de impedir su desaparición.
Mesquida y sus socias también se las tomaron con la peluquería de Miguel Romano, una coqueta casa en estilo Tudor. La foto muestra la fachada intacta, pero Mesquida considera que toda peluquería –y todo boliche bailable y todo bar– automáticamente significa la destrucción de interiores. La arquitecta-funcionaria no conoce esa peluquería en particular, pero discutió y discutió que no había que catalogarla sólo por sospecha de peluquería.
Hasta David Kuliok, representante de FADU, discutió este esnobismo. Kuliok dijo con gran cordura que el Anasagasti es un conjunto urbano y debe ser protegido como tal, más allá de interiores o estados individuales. Según parece, Mesquida lo miraba medio en desacuerdo, medio sin entender el planteo y medio asombrada de que un “desarrollista” probado le discutiera tal cosa.