«Cuando pareciera que estaba todo dicho en materia de avasallamiento al patrimonio de nuestra ciudad, el banco Citi ha retirado su histórico cartel y reemplazado el nombre del mítico Teatro Opera de la calle Corrientes por el suyo propio. Respaldado por sus dólares y escudado en la recuperación que está llevando del edificio, ha pisoteado la identidad y la memoria urbana y degradado lo que el gesto pudo haber tenido de grande si únicamente se hubieran atenido a ser sus mecenas culturales.
Mayor grado de responsabilidad tienen los propietarios (el grupo T4F), que tradujeron a un valor económico el nombre histórico que posee la sala. Se pone así fin a una historia que llevaba 139 años, desde que en 1871 abriera en ese solar de la Corrientes todavía angosta una sala lírica con ese nombre. Desde hace unos días es el Teatro Citi, y el logo del banco se repite hasta el hartazgo en cada puerta de acceso, cada espejo y por poco cada rollo de papel higiénico. Nadie parece haber reparado en el hecho de que ciertos edificios, como las personas, tienen un nombre propio y que éste no puede reemplazarse ni intercambiarse por una marca. Esto último podría llegar a ser considerado una operación ilegal, puesto que el edificio está protegido por las leyes 1227, 2548 y 3056 de Patrimonio Cultural, además de ser su construcción anterior a 1941, lo que exige una consulta vinculante con el Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales. Hasta donde pudimos averiguar esto no ocurrió, con lo que la misma restauración entraría en el terreno de la ilegalidad.
Esta burda operación generó una inmediata respuesta en Facebook exigiendo la restitución del nombre (más de 3500 adherentes en los 6 primeros días). El jueves pasado el Citi debió abrir un foro de opinión en su sitio Facebook, que no ha parado de recibir diariamente decenas de mensajes cuestionando el cambio de nombre. Al ver frustrada su operación de marketing en su propio terreno, el banco fue directo al grano y respondió: “Abordar el desafío de poner en valor el edificio suponía una inversión importante que sólo se justificaba enmarcándola en una figura de esponsoreo integral del teatro. Y la que mejor se ajustaba a los valores requeridos era la de “naming sponsor”. Una vez tomada esa decisión, nos quedaba una disyuntiva para nada sencilla: conservar el nombre original (con una alternativa compuesta, como Opera Citi, por ejemplo), o no utilizarlo. Evaluamos las distintas opciones y, si bien nos seducía la del nombre compuesto, implicaba que dos empresas distintas (Citi y T4F, dueños de la denominación “Teatro Opera”) compartieran esa nueva marca, cosa que nuestra política global de marca no aceptó”.
Ante el desmedido crecimiento del grupo en Facebook que exige “que devuelvan su nombre al Teatro Opera de la Calle Corrientes”, la contraofensiva no se hizo esperar. En el Clarín de hoy domingo 28 la periodista Silvia Naishtat le canta loas al banco en un artículo calcado de la respuesta esgrimida por el Citi en su foro. Entre otras cosas, dice que el banco no sintió nostalgias, como si los que reclaman que se respete el patrimonio cultural. Es, en realidad, al revés. El pasado es el atropello de cualquier bien cultural en pos de cualquier ganancia y de cualquier marketing. Es la lógica de la colonización: el poder que planta bandera, cambia el nombre y borra la historia. Eso es nostalgia, el futuro sería que quizás por una vez, un grupo de ciudadanos resistiera estos atropellos. Y también que aquellos que tienen el poder de la palabra, como los periodistas, le dieran el espacio que se merece a estas personas y a sus acciones, en vez de despacharlas en un final de oración y dedicar largas parrafadas a la labor de personas que ya cobran sueldos abultadísimos y reciben elogios de todos lados.»
Ricardo Watson – Christian Rodríguez
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