El patrimonio siguió mereciendo la hostilidad del macrismo, pero se ganó un espacio en el Senado. ONG y vecinos contuvieron la especulación, mientras la vía judicial se confirmó como una herramienta de emergencias.
Nada de esto impidió que Macri mostrara “iniciativa” con proyectos repudiables. Uno fue continuar llenando de cemento las plazas porteñas, además de intentar por todos los medios concesionarles bares. También se anunció la destrucción efectiva de la biblioteca Evaristo Carriego, que dejaron caer a pedazos en la casa natal del poeta en la calle Honduras. Reacio a conservar empedrados, el municipio siguió cubriendo de asfaltos cada parte rota e insistió en “semipeatonalizar” calles, como ama el ministro Daniel Chaín. De más envergadura fue lo que hicieron con el Zoológico porteño, que sigue siendo una vergüenza en lo patrimonial y lo humanitario, pero con los mismos concesionarios, y con inventos como el Distrito de las Artes, un currito inmobiliario con barniz bohemio.