Un ejemplo de que hay otras cosas que hacer con edificios maltratados que destruirlos para las torres.
Allá por arriba del Abasto hay una casa que no debería existir. En esta zona que cambia cuadra por cuadra, de torres guarangas a conventillos cansados, de casas tomadas a casas de barrio, de esquinitas tranquilas a paradas de patotas, la casona vieja estaba más que arruinada: vandalizada, rotosa, lastimada a propósito. Para el sentido común que impera en esta Buenos Aires donde construyen los contadores, la casa era un lote ocupado que debía ser despejado para un edificio nuevo, en altura y mediocre. Por suerte, el frente francés sigue ahí porque una familia con hijos pequeños vio entre esas paredes un hogar perfecto.