Dibujo por Ilustro para no olvidar
“Este café mistongo, medio bodegón, medio boliche”, al decir del poeta Julián Centeya, será pronto escombros, terreno baldío y, finalmente, un edificio de siete pisos, de esos como todos, como cualquiera.
La edificación supo albergar en su historia centenaria al célebre café La Puñalada, que tuvo entre sus parroquianos más recordados a los poetas Julián Centeya y Homero Manzi. La memoria del barrio los recuerda pergeñando sus versos más tangueros, entre las venturas y desventuras de cuervos y quemeros por igual.
El café fue mutando. Antes se había llamado El Huracán, también había sido La Paz. El lento deterioro de las cosas que no se cuidan lo convirtió en un decadente café en los tempranos 2000. En 2010 la propia Legislatura Porteña dispuso que fuera un sitio de homenaje a Julián Centeya (tres placas conmemorativas así lo demuestran) y por entonces ya se hablaba de rebautizar el lugar en su honor.
Más tarde fue rescatado del letargo por un colectivo cultural que, sin apoyo, ni subsidio, ni sostén, se vio obligado a entregar el edificio a comienzos de la pandemia, para su destino seguro, que ahora se materializa en un cartel ridículo : “Lote 259 m2 USAA Sup. Edificada 542 m2 – Local + PH + Patio + TZA- SUP. a CONSTRUIR : 2.358 m2 -PB + 7 PISOS + 2 RET”. La leyenda, redactada con la especulativa indolencia de una renombrada inmobiliaria transnacional, nada sabe del grupo de Boedo ni de tango ni de vanguardias, nada sabe de historia ni de poesía.
Yo lo trepé a Boedo, viniendo desde el fondo / del cruce de Chiclana. / ¡Y era muchacho! / Mi barrio de lonjeado cielo, del bodegón humoso / y la cantina gringa de la murra / y de la canzoneta nostálgica / acaso La violeta / y el primer metejón con esa turra / que me dejó en chancleta. / Yo no vengo a hacerme la partida / Yo digo nomás que soy de Boedo.
Julián Centeya, “La Musa Mistonga”
La casa, cuyo destino hoy lamentamos los vecinos y vecinas, no tiene ningún tipo de amparo patrimonial. En la ficha del Área de Protección Histórica, figura como “Desestimado”. ¿Desestimado por quién? ¿Qué criterios invisibles e indiferentes determinan el destino de nuestro patrimonio cultural arquitectónico? ¿Quiénes analizan, clasifican e impugnan? ¿Qué intereses defienden?
Te imagino Homero, siempre tirando al sur por Boedo, anclando en La Puñalada esquina Rondeau. Tu retina guarda la preciosa imagen del tano que te prestaba y le prestabas la cuota de oreja fresca, a tus realidades y sus realidades, traducidas en letras en una servilleta arrugada. Charlas imborrables, cobijadas por el sol de Chiclana…
Ricardo Lopa, “Te imagino, Homero”
Los vecinos y vecinas de Boedo sabemos rescatar sin ser nostálgicos. No se trata de aferrarnos al pasado ni de conservar una esencia, a la que sabemos siempre móvil e inasible. El problema no es (solo) qué destruimos, sino qué construimos y qué decidimos cuidar. El problema no empieza en ese cartel de ilegible jerigonza, el problema no es qué destruimos sino qué estamos construyendo. En la lenta desidia de las cosas, estamos levantando una ciudad sin marcas, sin memoria, sin recuerdos vivos. Estamos construyendo departamentos vacíos, oficinas muertas. ¿Dónde vamos a habitar nosotros y nosotras? ¿Dónde encontraremos lugar para encontrarnos?
“Un barrio cambia y debe cambiar. Pero todo cambio es una operación banal si no respeta la historia y las particularidades que son el corazón secreto de lo que forma una comunidad abierta y nunca cerrada sobre sí misma. Un barrio así, en nombre de su derecho a la nostalgia, acepta toda y cualquier novedad, pero resiste cualquier imposición que a título de un acto de progreso, nos presente un menú a la carta de un nuevo avance del poder financiero sobre la ciudad. Son audaces, porque también pueden robar la nostalgia, y mañana pueden venir con un proyecto de reconstruir el Bar El Japonés, y al lado una torre de cien pisos llamada ‘Boedo Tower Homero Manzi’. Responderemos desde la esquina del herrero, desde el barro y la pampa, desde el perfume de yuyos y de alfalfa, ya lo sé”.
Horacio González, “Boedo y la nostalgia”
Fuentes:
Cierre del centro cultural, última parada de la historia del café:
https://www.periodicodesdeboedo.com.ar/el-cierre-de-una-casa-de-cultura/
Homero Manzi también era parroquiano.
https://www.barriada.com.ar/te-imagino-homero/
Proyecto de llamar al café Julián Centeya:
http://porteniadas.blogspot.com/2010/04/cafes-de-boedo-3ra-parte.html