La defensora de parques
Berjman es una apasionada por la historia, que admira a los próceres Domingo Faustino Sarmiento y don José de San Martín. Su primera lucha por la preservación patrimonial estuvo marcada por el intento -fallido- de conservar el tradicional mercado del Abasto, donde hoy se erige un concurrido shopping. Es una de las principales protectoras de parques, plazas y estatuas de la ciudad. «Lo que más me duele es la ignorancia y la soberbia con la que algunos funcionarios porteños se manejan. No tienen ni la menor idea de lo que hacen con el espacio público. No soy de ningún partido político y quiero que las cosas se hagan bien. Creo que este gobierno tiene esa intención, pero en realidad no sabe cómo. Si no, no se explica que pretendan arrancar o transplantar árboles «, dice, con tono indignado.
Doctora en Filosofía y Letras y becaria postdoctoral de la universidad de Harvard, Berjman considera que «los árboles no son floreros para llevarlos de un lado a otro» y sostiene que, para generar una verdadera conciencia ecológica, las escuelas tienen un rol fundamental. Según dice, para que eso ocurra, los alumnos deberían plantar un árbol en primer grado y cuidarlo durante los siete años del colegio primario. «No hay en la ciudad una conciencia de protección del arbolado. Es un desastre. Y lo que se hace con los parques públicos, una brutalidad», sostiene esta mujer que protestó, entre otras acciones, por el traslado de los ejemplares de la plaza Francia, donde se proyectan las obras del subte H.
Sonia Berjman ahora emprende otra lucha: en 2011 fundó el movimiento ‘Salvemos a las estatuas’, cuya misión es mostrar el deterioro que tienen las esculturas ubicadas en los parques públicos e intentar restaurarlas. «El vandalismo que recae sobre las estatuas es impresionante. Pero nadie hace nada. No hay castigos ni culpables. Hemos intentado educar y asesorar gratuitamente al gobierno de la ciudad sobre cómo preservar las estatuas, pero ni siquiera nos contestaron», aseguró.
La protectora del patrimonio
Adriana Pérez Moralejo es una arquitecta que trabajó en el plan maestro que transformó el histórico Mercado del Pescado en el Centro Metropolitano de Diseño (CMD), en Barracas, barrio que conoce a la perfección. Es fuente de consulta de la ONG Basta de Demoler y su participación vecinal se inició en 1998, cuando evitó, junto con otros habitantes de San Telmo, que se enrejara el Parque Lezama. «Uno de los logros más lindos fue, por ejemplo, que el gobierno nos escuchara en el pedido de hacer un bulevar en Caseros al 400, algo que se estrenó en el gobierno de Jorge Telerman. Esta es una obra que hoy disfrutan vecinos y turistas porque se formó un polo gastronómico», asegura.
Pérez Moralejo dice que estudió arquitectura, justamente, por la capacidad que tiene esa disciplina para cambiar el hábitat del ser humano. En ese proceso, a su vez, se transforman otros aspectos vitales, como la salud, la educación y las costumbres. «Me di cuenta hasta qué punto se ha ido transformando esta ciudad en ‘mi ciudad’ a medida que la conocía más y me ocupaba de su temas. Y agrega: «Me preocupa cuando veo que destruyen a Buenos Aires y le quitan parte de la historia con la demolición de edificios que son referentes de lo que fuimos. Con esta acciones, perdemos parte de nuestra identidad. En 2000, con la crisis, Buenos Aires se protegía sola porque hubo un parate en la construcción, pero hoy eso ya no ocurre. Hay una deuda grande del Estado con la planificación de la ciudad que queremos».