Foto: Internet
Uno de los edificios más bonitos de esta maltratada ciudad se alza en la calle Castex, con portón justo en la bocacalle donde surge todavía estrecha la avenida Coronel Díaz. El viejo Palacio Anchorena es de una delicadeza particular y completa una cuadra hermosa, arruinada en sus extremos por tonterías muy feas que le llenaron los bolsillos a algún vivo. El edificio tiene vida pública por un malentendido deliberado, el de alojar el Museo Metropolitano, que no es museo sino galería de exhibiciones privada y alquilable, pese al nombre institucional.
La residencia fue creada como una vivienda multigeneracional, que no multifamiliar, para que padres e hijos de diversas edades convivieran sin pisarse, una idea bastante común –el Palacio Duhau, en avenida Alvear, era idéntico en este sentido– que terminaba en departamentos individuales y salones comunes. El Anchorena tiene una impactante entrada en port cochère realmente francesa, un volumen central y varias alas más pequeñas rodeando y definiendo un añoso jardín. Los salones comunes de planta baja son las salas del supuesto museo, mientras que los departamentos alojaron por años estudios de arquitectos y otros profesionales, una sala de arte para chicos, un anticuario y decorador, y un restaurante ocupando el garage. Todo esto permitía la experiencia de utilizar una de estas residencias ya rarísimas en la Capital de las Demoliciones.
Pues ahora todo esto está cerrado a cal y canto, con un anuncio no oficial de proyecto hotelero de lujo, que en el barrio exageran a “de los de tres mil dólares la noche”. El primer problema es la catalogación estructural del edificio, que limita enormemente lo que se puede hacer y excluye por completo cualquier ampliación (aunque Ledesma puede siempres hacer lo que anda haciendo con La Cuadra). El segundo problema es que Barrio Parque tiene una zonificación especial que sólo permite abrir farmacias, anticuariados, galerías de arte y hoteles de apenas una estrella.
La experiencia demuestra que es posible hacer un hotel en un edificio patrimonial sin necesariamente hacer el daño que hicieron en el Duhau de Alvear, donde el mal gusto y el mal proyecto desconcharon un palacio de primera agua. A la vuelta del Anchorena, sobre Alcorta, está la vieja casa de Tradición, Familia y Propiedad, que sigue intacta en su estilo tudoresco y funciona como un muy pequeño hotel de gran discreción. También está La Maison de Carlos Pellegrini, impecable, elegante y rentable como rostro de un hotel internacional. Habrá que ir mirando de cerca qué ocurre con esta residencia de 1928 de alto valor cultural.
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